Este dicho tibetano encierra una verdad tan sencilla como compleja.
Lo complejo hace que vivamos la vida como destino, es decir algo inexorable, inevitable, algo que solamente podemos asumir.
Todos quisiéramos tener poderes mágicos y cambiar la relaidad al tronar los dedos, algunos todavía lo están intentando, la mayoría nos resignamos a vivir la vida servida: ¡Hoy el menú es este!
Y aun cuando sospechamos que existe algo mágico como karma que predica una relación directa entre lo que hacemos y lo que vivimos, seguimos viéndolo como destino.
¡Qué la vamos a hacer!... Y así nadie se atreve a poner a prueba esa relación con la vida.
Uno de los tantos mitos y errores alrededor del karma es tratar de deducir ¿Por qué a mí!
Y luego una sofisticación de esto: ¡Qué hice en la otra vida! ¿Por qué tuve que casarme con él? Seguimos actuando con los fenómenos de la vida de manera pasiva como si fuera el destino
Así perdemos la parte más importante del karma.
Fíjate que cuando digo: "una relación directa entre lo que hacemos y lo que vivimos" eso no solo quiere decir que vives la continuación de lo que hiciste.
Lo más importante es que dice: Lo que vas a hacer a partir de ahora va a cambiar tu vida.
En vez de mirar atrás y deducir porque estas viviendo así ¿no es mejor cambiar algo ahora y comenzar a crear otro karma?
De eso se trata en las pláticas y laboratorios sobre el karma